En la tercera entrada de este blog, aquella en la que hacía referencia a la importancia del control de los líquidos y la sal en diálisis, ya mencioné el tema de la tensión arterial. Hoy quiero profundizar un poco en ello, pero sin restringirlo a la insuficiencia renal.
Como señalaba entonces, la tensión arterial es la presión que ejerce la sangre sobre la pared de las arterias. En condiciones normales este valor (que se mide en mmHg) oscila en torno a 100-130 en el caso de la tensión máxima o sistólica (aquella situación en la que el corazón bombea la sangre con más fuerza) y 70-85 para la tensión arterial diastólica o mínima (en el momento en que el corazón no está impulsando sangre). Por encima de 140 mmHg de sistólica o 90 mmHg de diastólica hablaríamos de hipertensión arterial.
Las consecuencias de esta elevación puden ser serias. En primer lugar, la bomba (el corazón) tiene que trabajar más para mover la sangre a más presión, con lo que crece de tamaño (técnicamente se hipertrofia). En los riñones, que recordemos son como unos filtros, al llegar la sangre con más fuerza pueden sufrir daños y poco a poco dejar de realizar su función (llevando a una insuficiencia renal progresiva). Por otro lado, en las arterias, que podemos imaginarlas como unas tuberías, al estar sometidas a gran presión, pueden romperse, produciendo sangrados en retina, cerebro (ictus hemorrágico) y otros órganos de nuestro cuerpo. Además, en la pared de las grandes arterias, se pueden formar deformaciones en forma de saco (aneurismas), que pueden llegar a romperse provocando consecuencias muy graves. Igualmente, el riesgo de un infarto de miocardio es elevado, especialmente si están presentes otros factores de riesgo cardiovascular como el tabaco, colesterol alto, sobrepeso o diabetes.
Sin embargo, es muy frecuente que los pacientes hipertensos desconozcan que lo son, ya que esta situación no suele dar síntomas. Sólo en casos de grandes elevaciones (crisis hiprtensivas), las personas presentan una clínica muy llamativa (dolor de cabeza muy intenso, nauseas, vómitos, alteraciones en la visión, mareo...) Si la subida de tensión no es muy elevada, la persona podría notar solamente dolor de cabeza, pero hay tantas causas que provocan cefalea, que salvo que ésta fuese muy continua y persistente, es probable que no se le haga demasiado caso.
Por ello, es importante la medida de la tensión arterial, al tratarse de una enfermedad potencialmente seria y con pocos síntomas en los grados leve-moderados. Pero, ¿sirve caulquier medida?, ¿tenemos siempre la misma tensión? Evidentemente no. Pensemos en la situación de ir a una consulta médica. Para algunas personas es una actividad estresante. Si encima nos toca esperar un rato y tenemos prisa porque tenemos que hacer otras actividades nos empezaremos a poner nerviosos. Además, si tenemos al lado una persona que nos empiza a contar de sus problemas,cuando entremos a la consulta y nos tomen la tensión es muy probable que tengamos valores elevados. ¿Qué hacemos? ¿Somos hipertensos?
Es ésta una situación frecuente, la llamada hipertensión de bata blanca o de alerta (sobre la que hablaré en próximas entradas), evidentemente habría que confirmar si esta elevación es transitoria o mantenida, para lo cual se podría repetir la medida varios día en la consulta (pero en caso de que la persona viva como una situación estresante acudir al hospital o centro de salud, seguiríamos sin salir de dudas), colocar un aparato que mida la tensión durante 24 horas (llamado Holter de tensión arterial o MAPA, se considera la prueba definitiva para saber si alguien es hipertenso aunque muchas veces no está disponible) u optar por la automedida de la presión arterial (AMPA), que consiste en que la persona se realice diferentes tomas de tensión y acuda con ellas a su profesional sanitario con el fin de valorar si precisa iniciar tratamiento o en caso de que ya lo tuviera, aumentar dosis. Es un método diagnóstico casi tan concluyente como el MAPA de 24 horas, aunque tiene la limitación de la falta de tomas nocturnas.
Ahora bien, ¿cómo debemos tomarnos la tensión? Es muy importante, ya que de ello dependerá que el valor que obtengamos sea realmente representativo de nuestra situación real o no. Veamos los siguientes vídeos sobre modelos automáticos y semiautomáticos:
Y, ya que sabemos cómo se mide, si tenemos que hacer una inversión para conseguir un tensiómetro, ¿cual compramos? En principio, no recomiendo, los tensiómetros de muñeca, ya que no son muy fiables. Siempre se preferirá un aparato de brazo semiautomático o automático (como los de los vídeos anteriores), si bien en el mercado existen infinidad de modelos. Puede ser útil visitar la web del dr. O'Brien, donde se presentan aparatos que han sido validados para su uso clínico http://www.dableducational.org/ o, la página de la Sociedad Española de Hipertensión, donde igualmente se reflejan aquellos tensiometros, cuya fiabilidad ha sido comprobada por diferentes sociedades internacionales www.sehlelha.org/SEHAmpa.aspx