Para muchas personas con insuficiencia renal
recibir un trasplante renal es un momento de gran alegría y nerviosismo a la vez. Incertidumbre y ansiedad en los primeros
momentos, pero una vez transcurrida la operación
y a medida que el nuevo riñón empieza a funcionar, alegría
intensa por el hecho de ver como poco a poco se van recuperando aquellas sensaciones que se habían perdido: volver a orinar en cantidades grandes, no depender de
la diálisis, y progresivamente comer aquellas alimentos que estaban
prohibidos.
Sin embrago, ahora llegará la etapa más difícil e importante: cuidar, incluso diría, mimar el nuevo riñón que nos acaban de implantar, para que dure el mayor tiempo
posible funcionando de la mejor manera. Y, en este sentido uno de los
principales problemas que pueden surgir es el de la ganancia de peso excesiva,
en el que influyen muchos factores, como veremos a continuación, pero cuyas consecuencias negativas sobre el funcionamiento del
riñón y otros órganos de nuestro cuerpo son bien conocidas
¿Por qué
se gana peso tras el trasplante renal?
Lo primero que hay que decir es que se trata
de una situación frecuente en las personas que acaban de recibir un nuevo riñón. En un estudio efectuado en el Hospital Virgen de la Salud
(Toledo) el 93% de los
pacientes trasplantados habían ganado peso durante el primer año
tras la operación, siendo mayor el incremento en los meses iniciales y
especialmente significativo en personas jóvenes.
La media de aumento de peso fue de más de 7 kg.
En cuanto a las causas que favorecen el
incremento de masa, se encuentran:
1) el tratamiento con
inmunosupresores (medicamentos que se dan para evitar el rechazo del
nuevo riñón), en particular los corticoides, uno de cuyos efectos secundarios es el
aumento de apetito y la acumulación de grasas. Como
en las primeras semanas las dosis de estos fármacos
son altas, el aumento de peso es mayor en esta fase inicial
2) la sensación de libertad al tener una dieta mucho más
libre. En diálisis la alimentación es muy restrictiva, pudiendo comer poca variedad de productos. Tras el trasplante, se libera mucho la dieta, con lo que muchas
personas tienen unas ganas tremendas de comer todo aquello que antes les tenían prohibido
3) para muchos enfermos
renales el trasplante supone un cambio emocional muy importante, que puede
variar desde la euforia a la depresión o ansiedad... Todo ello puede traducirse en desarreglos en la
cantidad de comida, con ingestas a veces compulsivas.
4) en las primeras semanas y meses del trasplante la actividad física está
muy reducida, al tener todavía las molestias propias de la operación
y el miedo (lógico) a hacer algo que pueda perjudicar al riñón. De esa manera se queman menos calorías
y, por tanto, es más fácil ganar peso
¿Qué consecuencias negativas implica coger
mucho peso en trasplantados renales?
Todos los estudios realizados sobre este
tema coinciden en que el sobrepeso excesivo es un factor importante que puede
condicionar una mala evolución del nuevo riñón. ¿Por qué? Pues, porque
estamos provocando una sobrecarga de trabajo en este nuevo órgano.
Otra consecuencia negativa es que en
personas que incrementan mucho su peso es mucho más frecuente la aparición de diabetes tras el trasplante, aunque no se fuera diabético anteriormente, con las consecuencias
negativas derivadas de ello. Asimismo, el sobrepeso, está relacionado con la aparición o empeoramiento si ya existía antes, de hipertensión arterial y de cifras elevadas de
colesterol y triglicéridos. Todo ello
además favorece el
desarrollo de problemas de corazón como infartos o anginas de pecho, y de alteraciones en la
circulación de las arterias,
pudiendo aumentar también el riesgo de
infartos cerebrales. Parece, pues, que no se deriva nada bueno del sobrepeso.
¿Qué se puede realizar para evitar el
sobrepeso?
Lo primero será estar concienzados de ello y, aquí será fundamental la
labor del personal sanitario que atiende a la persona trasplantada. ¡Hay que cuidar el nuevo riñón desde el primer día!
La dieta es el pilar fundamental para evitar
el incremento de peso. Debe individualizarse y adaptarse a cada fase de evolución del proceso (no es igual el día después de operarse que a los 5 meses) Como recomendaciones generales:
-
las proteínas deben ingerirse en cantidad similar a
la población general, 0,8
mg/kg/día
- aumentar el consumo de fibra,
cuyo aporte calórico es bajo, pero
aumentan la sensación de saciedad
- disminuir el consumo de azúcares simples (el azúcar que echamos al café por ejemplo) y proporcionalmente tomar más hidratos de carbono complejos, como por
ejemplo patatas, arroz, pasta. Evitar todos los dulces de origen industrial
-
si se puede por las cifras de
potasio, aumentar el consumo de frutas y verduras en lo posible
-
no consumir muchas grasas, en
particular evitar las de origen animal o industrial
-
evitar precocinados o platos
elaborados por el alto contenido en sal, conservantes, y grasas
-
disminuir el consumo de sal,
especialmente si la tensión arterial está elevada
El otro pilar del tratamiento para combatir
la obesidad en el postrasplante será el ejercicio físico.
Evidentemente, al principio no podremos hacer nada (por las molestias de la
cirugía, la cicatriz de
la operación...), pero poco a
poco se puede comenzar a realizar alguna actividad suave, como andar, nadar,
correr o montar en bicicleta. Será fundamental evitar golpes en la zona del trasplante, con lo que
se desaconsejan ejercicios como el boxeo o las artes marciales, especialmente
en los meses inmediatos a la operación.
El cuidar un riñón trasplantado es tarea compartida entre el personal sanitario y
la persona que lo reciba, ¡hagamoslo entre
todos para que ese nuevo habitante de nuestro cuerpo que ha donado con toda la
generosidad del mundo, una familia destrozada por la muerte de un ser querido
nos dure el mayor tiempo posible!
Algunos enlaces interesantes sobre este
tema
-
blog del Hospital de Cruces
(Bilbao), donde dedican una entrada a consejos nutricionales en esta etapa (enlace)
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