Cuando
estaba haciendo la residencia de Nefrología me llamó la atención que muchas personas,
especialmente mayores, conocían las medicinas que tomaban a
través de formas y colores. Para
ellos la pastilla de la tensión era la blanca, redonda, de
caja azul, y no la conocían por el nombre comercial. Ello es bastante lógico, ya que muchas
veces los medicamentos tienen nombres difíciles de memorizar y sólo con la toma repetida la gente tiende a retener el nombre
de su pastilla. Si además hay que hacer constantes
cambios hasta que se ajusta con un fármaco que le sienta bien a la
persona o le sea realmente efectivo, la dificultad para aprenderse el nombre
aumenta. A ello hay que añadir que en las personas de
edad avanzada (que son los que toman más medicamentos) la memoria a
corto plazo se ve generalmente disminuida,
con lo que se hace más difícil aprender el nombre de un tratamiento. Por último, hay que tener en cuenta que hay personas con
dificultades de visión y otras que no saben leer y que, por tanto, reconocen los fármacos a través de la forma y el color de las cajas y las pastillas.
El cambio a genéricos
Desde
hace varios años, y especialmente por parte
de los médicos de familia (en este tema
los especialistas hemos ido muy rezagados) se han ido sustituyendo medicamentos
de marca comercial por otros genéricos de composición similar pero de precio sensiblemente inferior. Las
industrias farmacéuticas poseen la patente
(propiedad) de un fármaco durante un periodo de
tiempo que suele oscilar en torno a 20 años, pero que excluyendo las
pruebas y ensayos que se suelen realizar antes de su comercialización, suponen entre 8 y 12 años
de tiempo real del medicamento en el mercado con la exclusividad de la patente
por parte de la compañía comercial. Tras ese período cualquier otra industria farmacéutica puede desarrollar ese mismo medicamento con el nombre
genérico (el de la sustancia que
forma parte del fármaco) y a precio muy
inferior. Pongamos un ejemplo para entender mejor ésto: supongamos que una industria lanza de repente un jamón en un país donde no existe este
producto, de marca Juanito a precio de 200 euros. Al cabo del tiempo, otra
empresa aprende a producir jamones y le llama marca Jamón a precio de 20 euros, siendo de igual calidad que la
primera. La casa Juanito se verá obligada a bajar el precio a
menos de 20 euros para competir. Eso es exactamente lo que sucede cuando se
lanza un medicamento genérico.
Real decreto 9/2011
Ante el
enorme gasto farmacéutico y la situación de crisis en que se
encontraba nuestro país el anterior gobierno promulgó el Real Decreto 9/2011 por el cual sólo se dispensarían en las farmacias medicamentos genéricos independientemente de cómo se hubiera hecho la receta,
y si la persona deseaba el envase de marca comercial debía
pagar la diferencia. Una medida muy acertada para ahorrar pero...
La ley se queda incompleta
El
problema surgió a raíz de un pequeño olvido por parte del
legislador: obligar a las casas comerciales a que medicamentos iguales sean de
la misma apariencia. Nos encontramos con el fármaco para la tensión A de casa comercial Juanito es caja azul con pastilla
blanca larga, pero el medicamento A de marca Pepito es caja verde y pastilla
roja redonda siendo ambos genéricos y pudiendo ser ambos
dispensados por las farmacias. Es fácilmente imaginable la
cantidad de líos que se harán muchas personas que reconozcan su medicación por colores o formas e igualmente los errores al tomarse las pastillas
a que pueda llevar dicha norma. De hecho, en los últimos meses hemos visto algunas
personas que han tomado erróneamente medicación para la tensión por este motivo, la pastilla
de la mañana la han pasado a la noche,
la que tenían que aumentar no lo han
hecho y sin embargo han incrementado la dosis en la que no podían subir más... Por todo ello desde estas
líneas nos adherimos a la
iniciativa de la SEMFyC, FAECAP y SECA a favor de la isoapariencia de los medicamentos genéricos.
¿Y mientras tanto, qué
hacer?
Mientras
la Administración enmenda su error (si es que
lo hace) valgan los siguientes consejos básicos:
-
intentar memorizar el compuesto de los medicamentos (cosa muchas veces no fácil).
- pedir
al farmacéutico que nos dispense la caja
de aspecto similar en todas las ocasiones (para ello llevar la caja anterior al
ir a la farmacia).
- ante
cualquier duda, consulte a su farmacéutico, enfermero o médico y no tome algo de lo que no esté seguro.
De todos
modos, para más información remito al blog de Ana Hidalgo y su artículo con consejos muy útiles sobre este tema.
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